lunes, 17 de noviembre de 2008

Novecento

Y se puso a tocar

Vale, vale, nadie está obligado a creerlo y yo, a decir verdad, nunca me lo creería si me lo contaran, pero la verdad de los hechos es que aquel piano empezó a deslizarse sobre la madera del salón de baile, y nosotros detrás de él, con Novecento tocando, y no levantaba la vista de las teclas, parecía en otra parte, y el piano seguía las olas, e iba y venía, y giraba sobre sí mismo, se lanzaba directamente hacia los cristales, y cuando casi tocaba se paraba y caía dulcemente hacia atrás, ya digo, parecía que el mar lo acunara, y nos acunara a nosotros, y yo no entendía un carajo, y Novecento tocaba, no paraba de tocar, y parecía claro que no tocaba simplemente, estaba conduciendo aquel piano, ¿de acuerdo?, con las teclas, con las notas, no lo sé, lo llevaba a donde quería, era absurdo, pero así era.

Y mientras dábamos vueltas y revueltas entre las mesas, rozando las lámparas y las butacas, comprendí que lo que estábamos haciendo en aquel momento, lo que de verdad estábamos haciendo , era bailar con el océano, nosotros y él, locos bailarines, y perfectos, abrazados en un vals turbulento, sobre el dorado parquet de la noche.

Oh yes.

(...)

Una vez le pregunté a Novecento en qué demonios pensaba mientras tocaba, y qué estaba mirando, siempre con la vista clavada delante y, en fin, adónde se iba con sus pensamientos, mientras las manos iban arriba y abajo sobre las teclas.

Y me dijo:

"Hoy he acabado llegando a un país bellísimo, las mujeres tenían el cabello perfumado, había luz por todas partes y estaba lleno de tigres"

Viajaba

Alessandro Baricco
Novecento





A veces cae en tus manos una leyenda que marca tu forma de ver y sentir. "

La leyenda del pianista en el océano" cambió mi forma de vivir la música.

Ya no toco mi guitarra, ahora viajo. Viajo por ruinas de civilizaciones pasadas, paseo por calles bulliciosas llenas de taxis y olores, me pierdo en lugares llenos de historia e historias, paseo por callejuelas estrechas sin miedo a perderme y hablo con gente en idiomas que desconozco. Tan solo con acariciar las cuerdas de mi guitarra.

Y ya no viajo, ahora toco música.

Siento los compases, los silencios, el vértigo, la excitación, el ritmo. Vivo la melodía de mi vida. Toco mi propia melodía.

Sed Buenos
Fran

4 comentarios:

Izzela dijo...

Es un librito grandioso... de esos que te hacen llorar cuando terminan... de los que hacen que eches de menos a los personajes cuando no puedes leer.

De esos que toca el alma y la hacen vibrar. Delicioso.

Unknown dijo...

Fran,

Sigue con tu blog, que seguimos leyendo...

Abrazos,
Julio

Anónimo dijo...

Ya sean las teclas de un piano, o las cuerdas de una guitarra... incluso las teclas de un órgano viejo y desafinado los domingos, tanteando un "ubi caritas"... da lo mismo; mientras sea música, me vale.
Y a tí, también (:

Daniel Santos M. dijo...

Veo que tienes un montón de lectores en el blog, no me extraña porque tratas temas muy interesantes.

Hace tiempo que descubrí que la música despierta mi creatividad. Desafortunadamente yo no tengo dotes músicales, así que me limito a escucharla. A tal efecto prefiero la música instrumental, la de Bandas Sonoras me va que ni pintada.

Un abrazo.