domingo, 15 de febrero de 2009

¡Ultreya!

¡Ultreya!
Ése era el grito que lanzaban los peregrinos medievales al avistar las torres de la capital compostelana desde la cúspide del cerro de Triacastela, en el mismo sitio -prácticamente- donde hoy despunta el aeropuerto de la ciudad. Atrás quedaban, sumidas ya en los consoladores recodos y benditas aguas del río del olvido, las duras, durísimas jornadas que de oración en oración, y de sobresalto en sobresalto, los habían traído desde su lugar de origen -dentro o fuera de la Península- hasta la penumbra de la cámara sepulcral en la que, según algunos doctores y cronistas -algunos, he dicho, no todos- de la Santa Madre Iglesia, yacían a la espera de la resurrección de la carne los huesos y los despojos del apóstol al que ciertas tradiciones y devociones piadosas jamás corroboradas por los hechos, pero sabiamente orquestadas por la Curia, atribuían la predicación del cristianismo en España.

Y ultreya, amigo que me lees, significaba y significa más allá. Vale decir: no bastaba la ruta recorrida, no se conformaban los peregrinos con lo hecho, con lo ganado a pulso y a golpe de caminata y de piojos, ni con lo que la ciudad desplegada a sus pies les ofrecía. Tenían que ir más allá... Más allá de la indulgencia plenaria, más allá del jubileo (cuando había lugar a él), más allá del merecido descanso, más allá del del horizonte dibujado por las cúpulas, cimborrios, chapiteles, atalayas y espadañas del enclave urbano más hermoso de la cristiandad ibérica.

Y justamente eso, lector amigo, es lo que en este instante te propongo, lo que -solo si te parece, si lo tienes a bien, si te tienta la aventura, si no te asusta el albur, si me otorgas tu confianza, si me nombras tu guía jacobeo- vamos a hacer juntos: gritar a pleno pulmón, y de la mano, ¡ultreya!, ir más allá de lo evidente, de lo patente, hurgar en la atiborrada trastienda del camino de Santiago, buscar (y, a ser posible, encontrar) heterodoxias en los cajones y rincones del almario de la ortodoxia, practicar liturgias y teurgias equívocas, departir con meigas, charlar con monjes giróvagos, trasnochar en compañía de templarios, jugar a los naipes del tarot con alquimistas, leer el libro del firmamento para descifrar sus letras, soñar con el Grial, mirarlo todo con las pupilas de aquél que en los molinos veía gigantes y ejércitos en los rebaños, y sobre todo, por supuesto, hacer camino al andar, que de eso, en definitiva, se trata y eso es también lo que, al alimón, compenetrándose, complementándose, nos sugieren la ortodoxia y la heterodoxia.

Pero no cualquier camino, compañero de viaje (y es de esperar que también de purificación y jubileo), sino ése al que nuestros místicos -Teresa, Juan de la Cruz, Ibn Arabí, el Masarrita, Unamuno- llamaron camino de la perfección.

Historia mágica del Camino de Santiago
Fernando Sánchez Dragó



¡Ultreya!

Os envidio a todos los que habéis tenido la suerte de realizar este camino.
Oportunidades no me han faltado, pero siempre he encontrado algo mejor que hacer.

Junio es el momento.

¡Contadme vuestras experiencias!
Gritad conmigo ¡Ultreya!

Sed Buenos
Fran

sábado, 7 de febrero de 2009

Jamás he visto un pensamiento

-¿Crees en Dios, viejo?
Se sobresaltó.
-¿No te parece un poco temprano? -preguntó.

No carecía de razón, pero no tenía ni idea de en dónde había estado yo esa madrugada, mientras él aún estaba en el País de los Sueños. ¡Si supiera...! él que de vez en cuando hacía algún que otro truco de cartas, y albergaba algún pensamiento inteligente en su mente. Pero yo... yo había visto cómo una baraja, de repente, empezaba a volar bajo el cielo en forma de seres vivos de carne y hueso.

- Si realmente existe un dios -proseguí-, ese dios es muy hábil jugando al escondite con sus criaturas.
Mi viejo soltó una carcajada, pero comprendí que estaba totalmente de acuerdo.

- Quizá se asustara al ver lo que había creado -dijo-. Y luego se marchó dejándolo todo. ¿Sabes?, no es fácil saber quién se asustó más, si Adán o el Maestro. Yo creo que un acto de creación de esa clase asusta igual a ambas partes. Pero al menos admito que podría haber firmado su obra maestra antes de desaparecer.
- ¿Firmar?
- Por lo menos, podría haber grabado su nombre en una roca o algo por el estilo.
- ¿De modo que tú no crees en Dios?
- No he dicho eso. Acabo de decir que Dios está en el cielo riéndose de nosotros porque no creemos en él
¿"Acabo de"?, pero si lo dijo en Hamburgo...

Continuó:
- Pero aunque no ha dejado ninguna tarjeta de visita, ha dejado el mundo. Creo que eso basta.
Se quedó pensando un rato. Luego añadió:
- Érase una vez un astronauta y un neurocirujano rusos que discutían sobre religión. El neurocirujano era creyente y el astronauta no. "He estado muchas veces en el espacio", presumió el astronauta, "pero jamás he visto ángeles". El neurocirujano se quedó boquiabierto, y luego dijo: "Yo he operado bastantes cerebros inteligentes, pero jamás he visto un pensamiento"

El misterio del solitario
Jostein Gaarder


Os dije que Jostein Gaarder no tiene desperdicio.

¿Alguna vez te has planteado si Dios existe?.
Creo que no lo enfocas bien. Olvídate de las religiones que conocemos (o no) que han tratado de modelar al Dios inmodelable.

¿Cómo es capaz un recién nacido de abrir los ojos y ver? ¿cómo llega a la vida?
¿Por qué somos capaces de sentir amor por otra persona, tanto que cuando nos abandona, a pesar de que físicamente no nos toca, nos duele más que cien golpes?

Son tantas preguntas.
Kant decía que había 3 conceptos básicos sobre los que teníamos que basar nuestro árbol del conocimiento: Dios, el Alma y el Universo.
Según Kant, tenemos que elegir, y nunca podremos probar si estamos en lo cierto o no. ¿existe Dios? ¿existe el Alma como algo separado del cuerpo? ¿es infinito el Universo?
Kant utilizaba sí-no-sí.

¿Y vosotros?

El parón navideño ha sido demasiado largo.
Pido dusculpas.

Sed Buenos
Fran